EL JOVEN INVERSOR

Capítulo 1 Empezando a especular

Cuando era pequeño me gustaba mucho manejar dinero y siempre estaba pensando en cómo ganarlo. Con 13 años ya vendía petardos a mis amigos de clase obteniendo un pequeño beneficio de ello. También me compraba juegos de la PlayStation 2 que a las 2 semanas me los pasaba y los vendía, tratando de minimizar la pérdida, siempre buscando las formas de ganar dinero y hacerlo crecer.

Lo más interesante vino a mis 16 años cuando por primera vez en mi vida ví el dinero que tenía en la cuenta del banco, no por el dinero sino porque la mayoría estaba en forma de acciones del BBVA. Pero lo mejor de todo es cuando mi padre me comentó que él no había invertido más de un 10% del dinero en esas acciones.  Ahí entonces cuando empecé a investigar sobre términos como ‘’Ibex 35’’, la ‘’bolsa’’, ‘’interés compuesto’’ y me quedé asombrado la forma que tiene la bolsa de crecer tu dinero de la nada, desde el sofá de tu casa. Hasta los 20 años no me sentía lo suficientemente preparado como para empezar a invertir en bolsa por mi mismo, ya que todos los argumentos de tu entorno es que ellos habían perdido mucho dinero con las famosas Terra y que invertir en bolsa es como jugar al casino.

En el verano de 2015, durante mi trabajo como socorrista, fruto del hastío, me abrí una cuenta en una plataforma de trading la cual te regalaba 25 euros para que probaras durante 3 meses. Decidí empezar por alguna acción del Ibex 35 como Santander y mis famosas BBVA, pero eso era una montaña rusa, me levantaba a las 12 de la mañana con una subida +20% y me acostaba a las 12 de la noche con una bajada -30%. Al cabo de dos semanas, empecé a operar con FOREX, es decir, el mercado de divisas. Normalmente siempre operaba con el dólar canadiense (CAD), el dólar estadounidense (USD) o yuan japonés (JPY) ya que eran las divisas en las que más me sentía cómodo y donde mejor toleraba su volatilidad, pero al cabo de cuatro semanas lo empecé a encontrar aburrido. Solo se movían un 5% arriba o abajo. Por último, a dos semanas de terminar los 3 meses decidí que era momento de jugársela y entré en el Nikkei Volatility (el indíce, por antonomasia, de la volatilidad). Y bien que me la jugué, en un día +200%, más contento que estaba que unas castañuelas, y al día siguiente volvió a bajar el mismo 200% que había subido el día anterior, más triste que un sauce llorón. Al final del todo, me di cuenta de que la especulación no era lo mío ya que me cambiaba el carácter dependiendo de si ese día estaba ganando o perdiendo ¡Y eso que no era mi dinero! Recuerdo esos 3 meses como los más largos de mi vida. Subidas y bajadas, pérdidas y ganancias todos los días, una montaña rusa. En esa época pasaba bastantes horas leyendo noticias macroeconómicas, leyendo libros de análisis técnico, velas japonesas, resistencias, soportes, etc. me creía todo un experto, pero de experto no tenía nada. Cuanto más leía más me costaba encontrar el fundamento al análisis técnico ¿A quién pretendía engañar? Un estudiante de farmacia en 2º año de carrera leyendo noticias macroeconómicas, creyéndose el Lobo de Wall Street cuando no sabía ni lo que era el Standard & Poor’s 500 (uno de los índices bursátiles más importantes de Estados Unidos). He de decir en mi defensa que después de todo lo vivido, conseguí no perder dinero e incluso gané 100€ con los que me compré unas zapatillas. ¡Qué poca educación financiera tenía!

En cualquier caso, no me arrepiento en absoluto de esta experiencia y de ninguna manera la cambiaría, de hecho, si estuviera en ese mismo momento, la repetiría. Aprendí muchísimo de ella y fue lo que me empujó a aprender cómo funciona realmente el mundo del dinero y qué estrategias utilizar para hacerse rico en bolsa. Pero no dando el pelotazo, sino a lo largo de tu vida.

Las conclusiones a la que llegué fueron varias:

• Tus emociones no pueden condicionar tus decisiones. No me gustaba los cambios de ánimo que experimentaba cuando ganaba o perdía dinero. Un día bueno, dos días malos. No me compensaba. Por tanto, decidí seguir formándome y empezar a forjar mi propio carácter ante el mercado. El mercado no iba a determinar mi estado de ánimo y para eso tenía que saber muy bien la diferencia intrínseca entre volatilidad y riesgo. Volatillidad: variable estadística que mide el grado de oscilación en el precio de un activo financiero. Riesgo: posibilidad de sufrir una pérdida permanente de capital. Después de leer mucho, llegué a estas dos conclusiones volatilidad = oportunidad y riesgo = pérdida. La calidad de un negocio no cambia en la misma magnitud que su precio y la volatilidad nos permite comprar activos de calidad más baratos, es decir, comprar los mejores tomates en rebajas. Sin embargo, el riesgo consiste en elegir esos malos negocios que al final quiebran y se cristaliza la pérdida. Según Warren Buffett, “el verdadero riesgo consiste en no saber lo que estás haciendo’’.
• Eres un pez en un mar de tiburones. Sólo unos pocos son capaces de adivinar los próximos movimientos del mercado, entre los cuáles no estamos ni tu ni yo. ¿Solución? Invertir siempre diversificando riesgos, sin poner todos los huevos en la misma cesta ya que no sabemos si la bolsa subirá un 10% o caerá un 20% y menos si lo hará en nuestra cartera. Hay que aceptar y asumir que no somos adivinos ni sabemos lo que va a hacer el mercado.

Finalmente, durante todo el 2016 seguí formándome, profundizando sobre el mundo tan apasionante de la inversión hasta que di con varios libros sobre educación financiera a largo plazo donde todo lo que había conocido anteriormente no servía de nada. Descubrí un nuevo mundo y empecé a explorar ese fantástico mundo de la libertad financiera. Mi paradigma había cambiado totalmente, de la especulación de 2015 pasé a la inversión en 2016.